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El Turismo Receptivo es el que se produce en un país, cuando llegan a él visitantes que residen en otras naciones con la intención de permanecer un tiempo limitado en el mismo, para luego viajar a otros países o regresar al lugar de origen.
Roberto Boullón lo categoriza como uno de los grandes mitos del turismo enunciándolo de la siguiente manera: “la Organización Mundial de turismo nos dice que lo más importante que hay en América Latina y en todo el mundo es el turismo receptivo”.
El turismo receptivo provoca el ingreso de divisas y equilibra la balanza de pagos pero ¿cómo se benefician las economías con esta situación, centros turísticos que reciben, en la mayoría de los casos, un 98 por ciento de demanda nacional o regional? Para ellos cada turista representa un ingreso de dinero y su sistema se mantiene gracias al Turismo Interno.
No se trata de desconocer neciamente los efectos positivos del Turismo Receptivo, quizás una parte muy importante de nuestro futuro se encuentre ligado a él; se trata de reconocer la importancia fundamental que hoy tiene el Turismo Interno para el país.
Trabajemos, pues, con el Turismo Interno, echemos raíces que sirvan de base para recibir, como corresponde al turista internacional. Y si nos jactamos de potenciar la trascendencia del Turismo Receptivo escuchemos a sus protagonistas: los turistas extranjeros, aquellos que buscan comodidades, centros de convenciones y modernidad.
El turismo receptivo mejora los números de la macroeconomía, el turismo interno produce una redistribución del ingreso, casi una prioridad para un país plagado de desigualdades y privilegios.